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La siembra de ajo en Mendoza tiene un impacto económico significativo, siendo este un producto de exportación y consumo interno. Este cultivo se adapta bien al clima árido y semiárido de la provincia; ya que requiere de una estación de crecimiento fresca y seca para un buen desarrollo.
Las temperaturas frías durante el invierno y los veranos cálidos y secos favorecen la producción de
ajo de alta calidad.
Momento de siembra
La siembra de ajo en Cuyo se concentra desde febrero a finales de marzo, dependiendo de la zona. Los bulbos, comúnmente denominados “dientes”, se plantan a una profundidad de 5 a 10 cm, y se les deja un espacio adecuado entre ellos (alrededor de 15 cm) para asegurar un buen crecimiento.
La siembra suele ser a una cara (una sola hilera de ajos) o a dos caras (dos hileras de ajo sobre el mismo lomo), puede efectuarse a mano o con sembradoras mecánicas.
Las principales variedades cultivadas, ordenadas según calendario de siembra son: ajos morados, ajos blancos y ajos colorados.
El ajo requiere riego regular, pero no tolera el exceso de humedad. Por lo tanto, el riego debe ser controlado y en su justa medida para evitar enfermedades fúngicas.
Simbios y su aporte desde el inicio
Un factor clave en el éxito de este cultivo es el manejo adecuado de la fertilización. La importancia de manejar una nutrición adecuada y balanceada desde la preparación de las camas de siembra hasta cosecha, influye directamente en la calidad, cantidad y tamaño de los bulbos.
Pasando la etapa de armado de camas, donde la aplicación de Blocompost (pellet) es fundamental para mejorar la estructura del suelo, aumentando la retención de humedad sin comprometer el drenaje, y fomenta la actividad microbiológica del suelo.
Durante la siembra la incorporación de productos como:
Como productores no solo se debe considerar las necesidades específicas del ajo, sino comenzar analizando las características del suelo donde se cultiva para aplicar un plan de fertilización eficiente.
La relación entre la siembra de ajo y su adecuada nutrición es crucial para el éxito del cultivo. No solo estamos favoreciendo un crecimiento óptimo de la planta, sino que también mejora la calidad y el rendimiento de la cosecha.