

Un laberinto de túneles enclavados debajo de la montaña, una mini ciudad, un acceso serpenteante entre cerros, hombres y mujeres trabajando 24 horas para extraer de las entrañas de la tierra millones de dólares en recursos minerales. Hay canchas de paddle y de fútbol, un gimnasio, un restaurante, un SUM con una PlayStation y la posibilidad de ver los partidos de la Selección Argentina, metegoles, pool y hasta un kiosco.
Esta es la realidad de la mina Gualcamayo, que estuvo al borde del cierre y que hoy proyecta actividad, por lo menos, hasta 2050 de la mano del RIGI y del proyecto de Carbonatos profundos, que iniciaría su construcción en 2027 una vez superados los trámites administrativos correspondientes.
“Es un cuerpo que parece muerto, pero está totalmente vivo, se está moviendo”, remarca Ricardo Martínez, director ejecutivo de Minas Argentinas, a 200 metros de profundidad, mientras da cuenta del trabajo subterráneo e intenso que aún se hace en la mina. Y no miente. Así lo demuestran las 240 personas (y 227 contratistas) que mantienen activo este emprendimiento.
Una pregunta recurrente es por los salarios de quienes allí trabajan. Según informaron la escala salarial de convenio (AOMA) va para los obreros de mina de los $1,771,242 a $3,699,985 (básico+zona+presentismo+compensación especial) mientras que los salarios jerárquicos (gerentes, directores) pueden superar los $4,5 millones de pesos. En tanto que la vida laboral de un empleado de mina oscila los 10 años.
Plena etapa de transformación
La mina Gualcamayo, ubicada en el departamento sanjuanino de Jáchal, a pocos kilómetros del límite con La Rioja y a un costado de la extensa y ondulante ruta 40, es una de las grandes promesas de los próximos años en la minería aurífera en Argentina. Propiedad de Minas Argentinas S.A., parte del grupo canadiense AISA, tiene este proyecto liderado por Juan José Retamero. Actualmente, esta operación minera se encuentra en plena etapa de transformación, con la mirada puesta en el futuro y una ambición clara: convertirse en una fuente sostenida de oro durante los próximos 17 años, con una producción estimada de hasta 120.000 onzas anuales.
En 2023, con cambio de dueños incluido, la empresa encaró un proceso de reestructuración financiera, reactivó la exploración de la mina, y pasó de un patrimonio negativo de US$ -200 millones a un patrimonio positivo de US$ 170 millones, al cierre del 2024.
Actualmente, Gualcamayo – que declaró su producción comercial a mediados de 2009- no está operando en su etapa tradicional de extracción que llegó a tener hasta 40 kilómetros de túneles, pero esto no significa que la actividad se haya detenido. Sucede que por estos días ejecuta inversiones de USD 1.000 millones a la espera del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) que la empresa presentó en noviembre de 2024 y que aseguran que las gestiones están avanzadas para su aprobación.
Desde adentro
La experiencia de estar adentro de una mina es extraña. Porque si bien el paisaje “de afuera” es seco, árido y similar al de la provincia de Mendoza en su vegetación, en el interior, que también es seco, hay millones de toneladas de roca por encima de la cabeza. Pero la presencia humana se hace notar, desde las medidas de seguridad (los cascos, los anteojos y otros elementos que permitirán respirar en caso de un derrumbe por algunas horas), iluminación, las camionetas con sus escapes y los cientos de miles de dólares en maquinaria para extraer el material de la tierra.
Mientras se desciende por túneles que parecen infinitos desde la rampa oeste, protegidos por Santa Bárbara, se atraviesan pasillos cerrados a cal y canto porque ya dieron sus frutos. Quedan rocas dispersas, cartelería de advertencia y pintadas con aerosol que indican hacia dónde es la salida. Allí es inevitable pensar en los 33 mineros chilenos de Atacama. Es uno de los comentarios frecuentes de los visitantes de la mina y tal vez, en menor medida, de quienes mantienen la actividad de la mina 24 horas al día los 7 días de la semana.
Y hace calor, bastante. Hay que desabrigarse pese a que afuera el mercurio ronda los 10 grados. Mucho más que en la superficie. Quienes allí trabajan dicen que en verano (el de San Juan, que es implacable con sus habitantes) la temperatura es agradable, constante. También ayudan las mangas que están suspendidas en el cielo de las cavernas, conectadas a las máquinas de extracción del aire caliente y restos minerales que hacen que el viento fresco ingrese a las galerías y renueve los ambientes.
No hay allí oro visible, eso pertenece a la imagen que tiene el común de la gente por las películas del viejo oeste, de Estados Unidos. Tampoco hay carritos con rieles a lo Indiana Jones y caras tiznadas. Lo que hay es, además de personas con máscaras (muy) incómodas, iluminación, wifi (sí, se puede chatear por WhatsApp sin problemas a 200 metros de profundidad), y refugios para salvar la vida en caso de incendio, por ejemplo. Lo que queda del oro que se extrajo (mejor dicho, que se extraerá) está en la pila de lixiviación. “Desde que se saca de la montaña hasta que se obtiene el oro ya listo pasan unos 4 meses”, describe uno de los operarios de la mina.
Una vez afuera, y a varios metros de la boca del túnel, se puede contemplar la pila de lixiviación que reposa sobre una membrana geoimpermeabilizada en el Valle destinado a tal fin. Un terreno “rosado” donde se observa cómo se apila el mineral en el que se vierte por goteo la solución de cianuro que circula con el agua en circuito cerrado.
Recuperación secundaria de oro
Así, hoy la producción se centra en la recuperación secundaria de oro a partir de su pila de Lixiviación, una montaña de tierra que parece esteril a los ojos inexpertos pero que guarda aun mucha riqueza. Paralelamente, el equipo técnico avanza en las tareas de exploración y en los estudios de factibilidad técnica y económica del ambicioso Proyecto Carbonatos Profundos (DCP, por sus siglas en inglés), el cual representa el futuro del yacimiento y que a diferencia de la extracción anterior el oro no está contenido en roca oxidada sino en roca refractaria (carbonatada/sulfurada).
“Vamos a pasar a una etapa de recuperación primaria con molienda y tratamiento en una nueva planta, que cuesta unos quinientos millones junto con la tunelería y desarrollo, con esos mil millones (del RIGI). Es una inversión a largo plazo. Esperamos encontrar muchos más recursos minerales en este sector o en la región del proyecto como para mantener la potencialidad de la operación no solo por 20 años sino por mucho tiempo más”, aseguró Martínez.
Cabe aclarar que este nuevo cuerpo mineralizado, ubicado bajo las zonas previamente explotadas, ya cuenta con más de tres millones de onzas de recursos certificados, incluyendo 1,6 millones en la categoría de reservas. Se espera que las obras de construcción comiencen en 2027, una vez finalizados los estudios y obtenidas las aprobaciones ambientales. De concretarse según lo planeado, el DCP garantizará una vida útil extendida para Gualcamayo, con una producción significativa y sostenida de oro que revitalizará la economía local y provincial.
“Está creciendo y estamos pudiendo ver lo mejor con la exploración que estamos haciendo. Esos son millones de dólares en exploración, perforaciones. Porque cada metro de roca cuesta alrededor de 400 dólares”, indicó Martínez y agregó: “el futuro que vemos que se desarrolla muy bien en San Juan, Dios quiera que también se pueda desarrollar en otras provincias como Mendoza, Chubut, Neuquén y todo el sector oeste del país. Tenemos tanta potencialidad económica como la pampa húmeda y tal vez mucho más”, aseguró.
Más allá del oro
Pero el plan de expansión va más allá del oro. Minas Argentinas proyecta además la instalación de un parque de energía fotovoltaica que espera alcanzar los 800 Mw. Se desarrollará por etapas, comenzando con una capacidad inicial de 50 Mw.
También se prevé un proyecto de producción de cales industriales de alta calidad (más de 400 millones de toneladas ya extraídas y trituradas), aprovechando las grandes reservas de caliza presentes en el lugar. Este desarrollo requerirá la construcción de un gasoducto, que no solo abastecerá al complejo industrial, sino que también beneficiará a toda la región norte de San Juan.
Además, la ubicación geográfica del yacimiento genera una ventaja logística para llegar con la cal a quienes serán grandes consumidores de este producto: los proyectos de cobre del norte de San Juan, Catamarca y Salta, proyectos mineros del norte chileno, sumado a la producción de litio del norte argentino.
Gualcamayo ya demostró su capacidad productiva: desde que declaró su producción comercial en 2009 hasta hoy, ha generado más de 1,8 millones de onzas de oro. Sin embargo, sus responsables apuestan a que lo mejor todavía está por venir. Con una estrategia diversificada, sustentada en la exploración, la innovación energética y la industrialización, la mina sanjuanina se reinventa para liderar una nueva etapa de la minería argentina.
Lo que viene para 2027
El Proyecto Carbonatos Profundos (también llamado DCP, por sus siglas en inglés: Deep Carbonate Project) es un cuerpo mineralizado ubicado debajo de lo que fueron zonas productivas de Gualcamayo y que según Martínez alcanzará los 700 metros de profundidad desde la superficie y que aun allí habrá wifi para operaciones remotas.
Como se dijo, cuenta con más de 3 millones de onzas de oro de Recursos certificados, que incluyen 1,6 millones de onzas en la categoría de Reservas. Actualmente, desde la minera están avanzando en la exploración del depósito con el objetivo de incrementar los recursos.
Los trabajos de factibilidad técnica y económica del proyecto están en marcha con el objetivo de concluirlos en 2026. Luego se avanzará con los permisos ambientales que permitan empezar la construcción de la nueva mina, una planta de procesos y demás instalaciones que para la etapa de producción del yacimiento.
A la espera del plan RIGI, contempla iniciar la construcción de la nueva mina durante 2027. Con los recursos actuales, sin incluir los resultados de la exploración presente y futura, Carbonatos Profundos produciría entre 100 a 120 mil onzas de oro anuales durante un período mínimo de 17 años.
Agua, hospitales y escuelas
Además de su actividad productiva, la mina Gualcamayo realizó diversas obras en el departamento Jáchal como parte de su programa de participación comunitaria. Entre ellas se encuentran redes de agua potable en Huaco y San José de Jáchal, un pozo de agua, y la construcción del Hospital de Huaco y del Hospital San Roque. También se concretaron una planta de tratamiento de residuos, una red cloacal con planta de efluentes, y el Estadio Papa Francisco.
En el ámbito educativo, se construyeron las escuelas Agustín Gómez y 24 de septiembre, y se refaccionó la Escuela Normal FJSM de Oro. Se sumaron además obras como la electrificación de Pampa del Chañar, la pavimentación de calle Vicuña Larraín y la ejecución de una red de canales de riego agrícola. Según la empresa, estas acciones fueron financiadas con fondos del fideicomiso y regalías asignadas al municipio.
Más datos de la mina
El acceso a Minas Gualcamayo, ya sea de San Juan Capital o desde San José de Jáchal, se realiza por ruta nacional 40, una vía que pasa por la propiedad minera, está completamente pavimentada, es de baja altura y no registra zonas de cornisa. Su planta de tratamiento metalúrgico se ubica a 1800 msnm y su campamento base se encuentra a 1600 msnm.
La temperatura promedio anual que se registra en Gualcamayo es de 25 grados, con extremas de 40° en verano y -10° en invierno. Gualcamayo tiene distintas zonas mineralizadas. Algunas de ellas se pusieron en producción durante la primera etapa del yacimiento y se explotaron total o parcialmente.
Las más importantes son Quebrada del Diablo, Amelia Inés, Magdalena, Las Vacas, Salamanca, Target D, Pirrotinas y Quebrada del Diablo Bajo Oeste. Quebrada del Diablo fue el cuerpo principal durante los primeros 8 años de vida de la mina.
Datos destacados