

Por Edgardo Del Pópolo, viticultor y Gerente General de Susana Balbo
Siempre que escribo mi reporte anual de vendimia, algo que hago desde 1996, dejo el título para el final.
Pero este año me resultó sencillo intitular el reporte antes de escribirlo, porque el clima ha sido un elemento especialmente determinante (siempre lo es) de esta añada, tanto por las decisiones tomadas como por la calidad esperada de los vinos que tendremos.
La 2025 será una cosecha recordada por la inestabilidad climática, de principio a fin. Y aquí vuelvo con el título: dos cosechas en una.
Resumiendo, para mí hubo una cosecha hasta el 28 de febrero y comenzó otra el 1 de marzo.
¿Cómo se comportó el clima a lo largo del ciclo?
El invierno nuevamente fue generoso en nevadas, pero solo en alta montaña, no tanto en el llano, donde tuvimos uno o dos eventos de nieve en zonas altas del Valle de Uco, de corta duración. Los principales ríos no mostraron el caudal que vimos en el 2023.
La salida del invierno y el comienzo de la primavera fueron de clima fresco y más bien seco. Sin embargo, desde mediados de octubre, las precipitaciones hicieron aumentar la humedad y hubo una buena carga de los perfiles de suelo, lo que contribuyó a una brotación uniforme. Octubre finalizó húmedo y predispuso a los viticultores a prestar especial atención a la sanidad en las viñas, la que no se vio de ninguna manera muy comprometida.
Noviembre y diciembre se comportaron como suele acontecer en un año promedio y enero se presentó con registros igualmente en su promedio en la primera mitad, aunque se tornó caluroso en la última semana.
Luego llegó un febrero caluroso. Durante todo el mes tuvimos temperaturas máximas y mínimas elevadas, con algunos días inusualmente muy cálidos.
Las perturbaciones ocasionadas por varios frentes tropicales que ingresaron durante el mes de febrero produjeron un avance de madurez de entre veinte días y una semana respecto a la fecha histórica de cosecha, según la zona. La diferencia entre el adelanto y la fecha histórica promedio fue menor en las zonas más altas.
Terminando febrero se produjo un abrupto cambio en las condiciones climáticas y pasamos a un mes de marzo frío y con alternancia de días nublados y lluviosos con ventanas de días soleados y de buena temperatura.
Se cosecharon blancas con buena acidez y un tenor azucarino algo elevado más temprano de lo usual y las primeras tintas cosechadas en febrero, entraron a bodega en forma muy anticipada, ya que los Brix - Baumé o gramos por litro de azúcar subieron volando, aunque el resto de los componentes no lo hizo de igual manera.
Muy distinto fue lo que pasó apenas comenzó marzo: casi con ritmo semanal se sucedieron frentes fríos del sudeste, combinados algunos con zondas en altura que luego se sucedieron con lluvias, mayormente lloviznas muy finas y de larga duración, durante dos o tres días cada semana, lo que llevó los registros de precipitaciones de ese mes a 69 milímetros en la zona alta del Valle de Uco, dato muy parecido al del mes de marzo del 2016, siendo esta cosecha fría y húmeda.
Para el trimestre donde se define la calidad de la añada, enero-febrero-marzo, muy especialmente entre envero y cosecha (15 de enero al 15 de marzo), el año fue casi idéntico en precipitaciones al 2022 y muy cercano al 2024 y al 2018, tres muy buenas cosechas, bien definidas estas ya que 2022 fue la única cosecha fría entre las tres.
Entonces, lo de las dos cosechas en una, no solo lo percibimos por el cambio drástico del clima en ambos meses, sino por la dirección que pensamos van a tomar los vinos elaborados con uvas cosechadas en contextos tan diferentes.
¿Qué ocurrió con las vides entonces?
Las plantas de vid son las primeras que manifiestan claramente con signos la incidencia del clima y del manejo que hacen los viñateros, especialmente del riego.
Por las altas temperaturas de febrero, pudimos observar que las plantas regadas deficitariamente a lo largo del ciclo desde la brotación mostraron signos de estrés temprano, con pérdida foliar y vigor disminuido, lo que redundaría en madurez más violenta y vinos, tanto blancos como tintos, con azúcar y alcohol más elevados, aunque puedan ser vinos frutados de expresión más obvia.
En la heterogeneidad de los suelos, especialmente los de zonas altas, cercanos a la montaña, las parcelas acortaron su fecha de cosecha y se confundieron unas con otras, típico de años cálidos.
Ahora bien, lo que no había sido cosechado hasta los primeros días de marzo, entró en un ligero letargo, los días se tornaron fríos y la madurez se volvió más lenta.
Comenzaron las lluvias en este mes. Las primeras al promediar la primera semana de marzo fueron de baja acumulación e incidencia. Luego, las del fin de semana del 22 y 23 de marzo, acompañaron un notable descenso de temperatura, días muy fríos y lluvias finas de muy larga duración, donde se registraron entre 25 y 35 mm de agua acumulada.
Finalmente, las lluvias del fin de semana del sábado 29, similares a las anteriores en pluviometría, le pusieron casi un cierre a la cosecha.
Para los primeros días de abril quedaba poca uva por cosechar y los meteorólogos anunciaban las primeras heladas de la temporada, principalmente en algunas zonas del Valle de Uco.
Los vinos de esta segunda cosecha se parecerán más a los de años fríos, más tímidos en expresión frutal, tal vez más austeros y contenidos, apretados, con taninos delineados y de mejor balance.
Otra vendimia más, no hay una igual a otra.