

Cada 8 de septiembre en Argentina se celebra el Día de la Agricultura y del Productor Agropecuario, en conmemoración de la fundación de la primera colonia agrícola del país, creada en 1856 en Esperanza, provincia de Santa Fe. Integrada por 200 familias de inmigrantes europeos, aquella colonia marcó el inicio de una etapa clave en la historia productiva nacional, la consolidación de la agricultura como base del desarrollo económico y social.
Desde entonces, la agricultura argentina se transformó en uno de los motores más dinámicos de la economía, abasteciendo de alimentos a millones de personas dentro y fuera del país. Hoy, el sector agroindustrial representa más del 65% de las exportaciones nacionales y genera cientos de miles de empleos directos e indirectos.
Los productores agropecuarios son los protagonistas de esta historia. Con esfuerzo, dedicación y pasión, trabajan cada día enfrentando desafíos como las inclemencias climáticas, los cambios en los mercados o la necesidad de producir con prácticas cada vez más sustentables.
La agricultura en la región de Cuyo
En la zona de Cuyo, la agricultura adquiere un valor especial, ya que no es solo parte de la economía, sino también de la cultura, la identidad y la historia de cada región.
En este sector del país el agricultor convirtió un territorio naturalmente árido en un oasis productivo haciendo posible el establecimiento de viñedos, olivares, frutales y hortalizas; sinónimos de ingenio, resiliencia y trabajo colectivo marcando un sello distintivo para la región.
El riego artificial es el verdadero corazón de la agricultura cuyana. Las acequias tradicionales conviven con modernos sistemas de riego por goteo y presurizado que permiten mejorar la eficiencia y cuidar un recurso cada vez más escaso.
Este equilibrio entre tradición y tecnología es una de las claves que explica la resiliencia de la agricultura en la región. Todo esto en un contexto de aridez, donde cada gota de agua debe ser administrada con ingenio y precisión.
Cuidar la base de todo, con mirada a futuro
La agricultura no es solo producción; es cultura, arraigo y alimento para el mundo. Pero su verdadero motor está el suelo, esa base silenciosa que sostiene la vida vegetal y, con ella, el futuro de las comunidades.
En Cuyo, donde el agua es limitada y los suelos requieren un manejo especial, el compromiso con la sustentabilidad se vuelve imprescindible. Mantener la fertilidad de los suelos es el gran desafío.
En este sentido, los bioinsumos, enmiendas y bioestimulantes se presentan como aliados estratégicos para mejorar la estructura del suelo, favorecer la retención de agua, estimular la microbiología benéfica y potenciar la capacidad de los cultivos para enfrentar situaciones de estrés.
El cambio climático, con fenómenos como el viento Zonda, heladas tardías o sequías prolongadas, obliga a los productores a buscar soluciones innovadoras y sostenibles. Por eso, el futuro de la agricultura dependerá cada vez más de la integración entre conocimiento científico, tecnologías limpias y el compromiso de los productores en el cuidado de los recursos naturales.
El compromiso de Simbios
En Simbios el cuidado del suelo es fundamental y la mejor herencia que se puede dejar. Cada bioinsumo tiene como propósito acompañar al productor en el camino hacia una agricultura más resiliente, equilibrada y sostenible.
Estos productos están formulados para fortalecer los cultivos desde la raíz, mejorar la eficiencia del agua y los nutrientes, y potenciar la salud de los suelos. Porque el futuro de la producción y las comunidades se escribe desde abajo; en el suelo que cultivamos y en las manos que lo trabajan día a día.
Este 8 de septiembre celebramos a los agricultores argentinos y, en especial, a los productores cuyanos que con esfuerzo, ingenio y pasión mantienen viva la tradición agrícola en un territorio desafiante. Ellos son los verdaderos guardianes de la tierra y los protagonistas de una agricultura que no solo alimenta, sino que también construye identidad y futuro.