Por Lic. Roberto Anzorena, socio fundador del estudio DOA

En la columna de hoy abordaremos la relación de amor-odio que existe entre el dueño de una empresa y su departamento de administración-contable. (La dedico especialmente a quienes ocupan ambas posiciones).

Así como al enamorarnos de otra persona atravesamos ciertas instancias, lo mismo ocurre dentro de las organizaciones.

¿Cuál es el síntoma que aparece para empezar a construir esta relación? El dueño de la empresa necesita extender el dominio de su territorio y evolucionar, lo que requiere contar con la colaboración de otras personas.

Surge aquí la figura del departamento de administración-contable y el empresario experimenta diferentes sentimientos hacia él: amor, si comprende cómo utilizarlo y odio si siente que no habla el mismo idioma de sus integrantes, que la comunicación no fluye y que solo se trata de gastos y malas noticias. El riesgo está en el alejamiento que se puede producir entre las dos partes.

Cito nuevamente a Juran, quien en su libro “Planificación de la calidad”, postula que en las empresas existen múltiples idiomas y los categoriza en 3 tipos dentro de una pirámide.

En la cúspide (la parte más pequeña, dedicada a los líderes) está el idioma del dinero. En la base (la parte más extensa) está el idioma de las cosas, es decir, las cuestiones operativas. En el medio se encuentra el idioma bilingüe, compuesto por el del dinero y el de las cosas.

La condición bilingüe se materializa en los informes contables-administrativos dirigidos al dueño de la empresa. Cada informe es único para cada empresa, porque cada empresa tiene un único dueño. Es por esta razón que los informes contables administrativos aplican gráficos que expresan indicadores de gestión que captan el interés del dueño. Así, el mando medio traduce el idioma de las cosas al idioma del dinero y así el empresario toma dominio de sus decisiones estratégicas.

En otras oportunidades nos referimos a la importancia de que el empresario pueda enfocarse en los planes estratégicos y delegar los técnicos y operativos.

Justamente, el idioma del dinero se apoya en las estrategias y en el control de la energía dentro de la organización. Un empresario no debe encargarse de corroborar si algo salió bien o mal, sino, de evaluar qué tan rentable o solvente es el resultado que arroja una determinada actividad.

En este sentido, el idioma del dinero tiene que ser procesado por un mando medio: la administración-contable.

¿Cuáles son sus funciones?

La contabilidad o contaduría se dedica a registrar lo que pasó (a través de documentos, facturas, remitos) y la administración a dar curso de acción a lo que va a pasar. Ambas actividades devienen en un puesto que debe brindar información al empresario para la toma de decisiones. Ahí encuentra su máximo valor.

La relación entre el departamento de administración-contable y el dueño de la empresa tiene que funcionar como un matrimonio para desarrollar planes sostenibles a medio y largo plazo.

Cuando el empresario descubre el idioma de sus colaboradores, cuando empiezan a trabajar en conjunto, la empresa cambia; todo se enfoca en las posibilidades. Aquí hay un componente clave: la información debe estar cargada de dopamina para el cerebro del dueño, lo que le permite sentir placer por lo que hace.

Los elementos blandos (gráficos, comentarios o soluciones que acompañan a la información dura) son fundamentales para aprovechar las competencias de cada puesto.

Si en lugar de ser un signo de la evolución de la buena práctica del empresario, la administración-contable se concibe como una exigencia burocrática, sería un matrimonio arreglado, algo que no deseamos.

Por eso, la elección mutua y el idioma consensuado son claves para que la relación perdure en el tiempo y potencie la rentabilidad de la empresa.

Si tenés comentarios, inquietudes o consultas sobre este tema, te invito a contactarme a través de:

linkedin.com/company/doaestudio/
instagram.com/doaestudio_
instagram.com/tito_anzorena